La pena de muerte en Cuba y el heroísmo abolicionista de José Martí

AuthorReinaldo Suárez Suárez
ProfessionDoctor en Ciencias Jurídicas
Pages204-230
204
La pena de muerte en Cuba y el heroísmo
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El domingo pasado una noticia, por desacostumbrada, impactó
a muchos a lo largo y ancho del país. En La Habana, un individuo
asesinó en el interior del hogar a un hombre, una mujer y un niño,
con los que tenía vínculos afectivos o de relación. Que el crimen fuera
noticia y que se reejara en el noticiero nacional de televisión sor-
prendió de manera alarmante.
En Cuba no hay información pública de los crímenes, por graves
o sangrientos que estos sean. El control gubernamental que se ejerce
sobre los medios de comunicación y la política trazada de evitar tal
cobertura garantizan que sólo a través de formas alternativas, como
radio bemba, podamos enterarnos de estos tristes acontecimientos
cotidianos. En consecuencia, que se rompa el silencio y se produzca lo
inusitado: que el hecho criminal trascienda de manera extraordinaria
en los medios, suele obedecer a que la naturaleza o repercusiones del
crimen desbordan los parámetros habituales de la política informati-
va y aconsejan la cobertura excepcional. Como consecuencia eventual
de lo anterior, también puede obedecer al hecho de que con la noticia
las autoridades quieren producir un resultado a corto o mediano pla-
zo, declarado o no. Lo noticioso criminal en Cuba tiene sus códigos.
La experiencia y la observación ayudan a esta interpretación.
La magnitud del hecho de marras, ¿desbordó los “muros” de la
Habana Vieja? ¿Se hizo necesario, por las repercusiones sociales, ofre-
cer una versión ocial? O ¿hay algo más detrás de la noticia? Dicho
* Intervención inaugural en la I Jornada Nacional de Historia del Derecho,
Santa Clara, 1 de abril de 2014.
** Doctor en Ciencias Jurídicas. Profesor Titular de Historia del Estado y el
Derecho de la Facultad de Derecho de la Universidad de Oriente, Santiago
de Cuba. Presidente de la Cátedra de Estudios Históricos del Estado y el
Derecho “Dr. Leonardo Griñán Peralta”.
Reinaldo Suárez Suárez
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de una forma más intencionada y directa y apuntando hacia lo que
interesa a este discurso: ¿se utilizará este crimen para producir una
inexión en la actual política de Estado en materia criminal, espe-
cialmente en el tema de la pena de muerte? ¿Se utilizará la gravedad
y repercusiones del asesinato múltiple para poner n a la moratoria
en las ejecuciones de pena de muerte? Algunos podrían acusarme
de osadía especulativa y precipitación en el posible descifraje de los
signicados de la noticia del crimen. Admito no poseer ninguna pista
acerca de las motivaciones que la determinaron, pero la experiencia
dice que tras un aireo semejante podrían haber en marcha decisiones
políticas de mucha trascendencia. La posibilidad es cierta. La disqui-
sición sirve para abordar el tema de fondo de esta intervención.
Este es un tema harto sensible y complejo. Coneso ser abolicionis-
ta de la pena de muerte, y que la preocupación y enfoque que comparto
son rehenes de este posicionamiento. Ahora es posible, sin sobresaltos
y sin consecuencias personales inmediatas, hablar abiertamente de un
tema como este, en ocasiones nervio del control político.
Cuba ha cambiado una enormidad. De una parte, en foros acadé-
micos y otros espacios de debate es posible discutir desde posicio-
nes diversas los más engorrosos temas del pasado y de la actualidad.
Existe voluntad política de que esto acontezca. De otra parte, en un
grupo de asuntos son otras las políticas y las decisiones que generan
un nuevo clima de apertura, tolerancia y libertades: migración inter-
na y externa; viajes y contratación personal; disposición sobre bienes;
economía alternativa, etc. No es el propósito de esta intervención dis-
currir por esos temas, sino referirlos con el propósito de enmarcar el
momento en que nos encontramos y donde se sostiene una decisión
política que en su momento fue muy valiente y controvertida: la mo-
ratoria en materia de pena de muerte.
En medio de la crisis económica y social, a nales de la década de
los años noventas, en silencio y con discreción, se comenzó a aplicar
una moratoria en las ejecuciones de la pena de muerte. Aunque los
tribunales de justicia condenaran a muerte a responsables de hechos
de gran gravedad en los ilícitos que la contemplaran, las instancias
políticas dejaron de pronunciarse o activaron el mecanismo de no eje-
cución. La decisión beneció a decenas de criminales comunes y con-
trarrevolucionarios: asesinos, violadores, terroristas, etc. Este cambio
de política penal, de un lado, supuso una ruptura con lo que había
sido norma en Cuba desde el triunfo de la Revolución, y colisionó
con la opinión mayoritariamente aplastante de la sociedad cubana,
incluso en sectores cultos o profesionales: partidaria fervorosa de las

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