Repercusiones de la Constitución de Cádiz en Cuba. Guridi y Alcocer y la esclavitud

AuthorReinaldo Suárez Suárez
Pages232-253
Repercusiones de la Constitución de Cádiz
en Cuba. Guridi y Alcocer y la esclavitud
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Uno de los doce diputados mexicanos de procedencia eclesiástica en las Cortes
Constituyentes españolas, José Miguel Guridi y Alcocer –cura de Tacubaya,
electo por Tlaxca la–, fue quien presentó el proyecto de reforma que más i m-
pacto pudo haber tenido en materia de derechos humanos durante la vigencia
de la Constitución de Cádiz: la supresión gradual de la esclavitud en los vastos
territorios del imperio. Aunque no fue ni siquiera discutido, el generó en Cuba
un sismo político y actuó como elemento catalizador de un acontecimiento
dramático y sangriento: la primera conspiración i ndependentista de los es-
clavos africanos y los llamados «libres de color». Un historiador cubano, en la
etapa colonial, construyó un retrato preciso de sus repercusiones:
No es posible describir el desaliento que se apoderó de las autoridades y corpora-
ciones, la consternación en que uctuó la lealtad cubana puesta a una prueba tan
peligrosa como el acuerdo tenido en la sesión del  de abril de , a consecuencia
de las proposiciones de los Sres. Alcocer y Arg üelles sobre el tráco de esclavos u
otros puntos relativos a la servidumbre.
El objeto de la iniciativa de Guridi y Alcocer resulta cardinal para comprender
tanto las razones por las cuales Cuba no acompañó a México y al resto de las
naciones americanas en sus procesos de independencia a part ir de -,
como la falta de entusiasmo concitado por la vigencia de la Constitución de
Cádiz y por su abrogación en  obliga el fragmento antes citado una extensa
incursión. El régimen de servidumbre de los africanos estuvo en la base y detrás
de todo lo políticamente trascendente en Cuba desde la segunda mitad del
1 Citado en Pedro José Guitera s: Historia de Cuba, t. 3, Cultur al, La Habana, 1927, p. 22.
REPERCUSIONES DE L A CONSTITUCIÓN DE CÁDIZ EN CUB A 233
siglo , en especial a partir de , cuando en la metrópoli se desató el
complejo proceso identicado por algunos autores como la crisis del Antiguo
Rég imen. El na cimi ento y expa nsión del mo vim iento junti sta en Esp aña, repli -
cado en la América continental con graves efectos político-constitucionales,
no se reprodujo en Cuba, entre otras razones, por el sedimento que la escla-
vitud había conformado en la sociedad colonial y que los sucesos de Haití
redimensionaron a una escala de absoluta aprensión.
La convocatoria hecha por el Capitán General para la creación de una
Junta Superior de Gobierno en La Habana, en defensa de la soberanía mo-
nárquica española frente a la usurpación francesa, fue recibida con reservas.
Los representantes de los grandes intereses criollos se mostr aron prudentes
al recaba r un consenso político para la aceptación de la idea; mientra s una
parte de los mayores de la colonia –especialmente los principales funcionarios
reales y los grandes comerciantes peni nsulares– la consideraron pel igrosa y
optaron por mantener los marcos t radicionales de administración, los cuales
estimaban más seguros y protectores. No hubo casualidad, n i en la composi-
ción de los adversarios de la junta ni en la misma prudencia de los criollos al
buscar consenso en lugar de actuar con audacia.
Desde nales del siglo  era visible la inclinacn de sectores sociales
criollos e instituciones controladas por ellos (el Ayuntamiento de La Haba na,
la Sociedad Patriótica y el Real Consulado de Agricultura, Industria y Co-
mercio) hacia fórmulas políticas que le permitieran un mayor acercamiento
al ejercicio del poder, en consonancia con su poderío económico. Tal vez
fuera la autonomía la más atrayente, aunque no fuera un término en uso.
Que la sustanciosa documentación elaborada –sustentada en las críticas a la
situación im perante y en un an álisis del pas ado y del futuro económ ico-social
de la Isla– fuera redactada con suma circunspección, y con reiterados votos
de devoción y lealtad al rey, no signica, en modo a lguno, una renuncia a las
aspiraciones de autogobierno, sino una sensatez: una, si se quiere, «estrategia»
basada en el estatus de ascenso y predominio de que gozaban dichos criollos.
Su riqueza económic a les proporcionó notable inuencia polític a en la colonia
y en los círculos metropolitanos de autoridad.
En Santiago de Cuba, al otro extremo de la Isla, la pretensión de su arzo-
bispo y de otras personalidades de imitar las juntas españolas no tomó cuerpo
orgánico en la formación de una junta provincial, con algún grado de auto-
nomía local, aunque inuyó en que durante semanas se acometiera contra el
gobernador, para destituirlo. Estas tentativas fueron conjuradas a inicios del
año siguiente con la intervención de la Real Audiencia de Puerto Príncipe, que
llamó a preserva r la unidad. De esta manera, en la Isla dom inó la decisión de
mantener la lealtad a la monarquía española en la p ersona de Fernando V II,
2 El Ayuntam iento de La Haba na, en un gesto simbólico de lea ltad a Fernando V II y de

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