Los adultos mayores y la muerte digna

• Author: Mtra. Hilda Verónica Arreola Díaz/Mtra. Adriana Hernández González/Mtro. Antonio Márquez Rosales/Mtro. Guillermo Tovar Partida
• Pages: 664-674

664 PONENCIAS

Los adultos mayores y la muerte digna

MTRA. HILDA VERÓNICA ARREOLA DÍAZ

MTRA. ADRIANA HERNÁNDEZ GONZÁLEZ

MTRO. ANTONIO MÁRQUEZ ROSALES

MTRO. GUILLERMO TOVAR PARTIDA

CUBA

La vida tiene riesgos y contingencias, que incluyen la vejez, la imposibilidad de

valerse por sí mismo y hasta el eventual desamparo.

Cuando se da una discapacidad, bien de manera temporal o permanente, y se

sufre alguna enfermedad debilitante o un trastorno psicológico, la persona “necesita

de los demás para mantenerse en vida, para obtener los recursos necesarios, para

descubrir las oportunidades que quedan por delante y para que otros hagan lo que

uno no puede hacer por sí mismo”.1 Se requiere, entonces, que “los demás perciban

la particularidad”2 de cada una de las formas en las que la discapacidad puede pre-

sentarse.

Esta comunicación pretende justicar éticamente las denominadas “virtudes del

reconocimiento de la dependencia” y de la autonomía, especialmente en la anciani-

dad. “En la vejez el futuro deja ya de ser lejano, los proyectos se acotan y el balance

se realiza siempre en función de lo vivido, como una capitalización de la experiencia

frente al tiempo que resta”.3 Para ello, nos referiremos a un instrumento jurídico

que permite al adulto mayor designar a su guardador, previendo una futura depen-

dencia, pasando por el tema de la muerte digna. Concluyendo con algunas propo-

siciones que, en nuestra opinión, pueden contribuir al mejor cumplimiento de sus

deseos y al desarrollo de la personalidad del anciano.

1 Alasdair MacIntyre: Animales racionales y dependientes. Por qué los seres humanos necesitamos de las

virtudes, Traduc. Beatriz Martínez de Murguía, Paidos, Barcelona-Buenos Aires, 2001, p. 91.

2 Idem.

3 Paula Pochintesta: “La muerte y el envejecimiento en el mundo contemporáneo”. Revista Tiempo,

No. 29, julio de 2012.